martes, 13 de julio de 2010

Marcha del "Orgullo homofóbico"

Hoy se llevará a cabo en muchas ciudades del país, entre ellas la nuestra, una manifestación política, impulsada por el cardenal Bergóglio, para presionar a los senadores nacionales a que voten en contra del matrimonio igualitario, es decir, la “Santa Iglesia Católica Homofóbica y Romana” sale a escrachar a los políticos que no se arrodillan a "felar" a los curas cada vez que ellos así lo deciden. La Iglesia le pone el “aparato” en la calle a la política.

La iglesia tiene como una de sus premisas defender a todos por igual, sencillamente porque “todos somos iguales ante Dios”, al menos es lo que dicen los curas. Sin embargo son ellos mismos los principales actores cada vez que de discriminar se habla, y lo hacen sin medir esfuerzos. Fueron los católicos quienes condujeron las Cruzadas, fueron los torturadores de la Santa Inquisición y de la conquista de América, estuvieron del lado de los nazis en el Holocausto, y fueron aliados estratégicos de todas las dictaduras latinoamericanas, es decir, cada vez que algún sector de poder decidió exterminar gente por su raza, creencias religiosas o ideas políticas, la Iglesia, invariablemente estuvo al lado de los asesinos.

Y hoy, una vez más, se pone del lado de los discriminadores, con el único objetivo de que su jefe, no quede fuera de la pelea por el sillón mayor del Vaticano. Sí, la pelea sin cuartel de Jorge Bergóglio se debe a que sabe que si en Argentina se sanciona la ley de matrimonio igualitario automáticamente Roma lo eliminaría de la lista de los cardenales “papables”.

Esto no es ni más ni menos que política y su más justa definición, “lucha por el poder”.

Ahora, si hay algo que no se puede perder de vista es que a los católicos no les importa quien sea el cura, lo que les importa es que haya uno a quien reverenciar. Claro que no les da lo mismo un cura carismático, un jesuita o un franciscano que uno del Opus, ellos saben que los del Opus son malos tipos, pero al entrar a la iglesia van a respetar a quien esté en el púlpito sin importarle de que orden provenga, sin pensar demasiado en los sentimientos del cura, lo que ellos buscan al entrar a su templo es el ámbito para expresar su fe, van a misa para que se desarrolle la liturgia y a conectarse con Dios.

Eso es comprensible y está bien que así sea, pero… en este caso hay un conflicto ético, pues desde la Iglesia se está insultando y discriminando a un sector social y esta noche el cura Espíndola va a conducir una marcha para ofenderlos, ¿sabrá resolver la grey católica libreña la cuestión ética?, yo creo que no, estoy seguro que esta noche habrá miles de personas marchando detrás del cura (quien, por más que diga que es carismático, y haga cantar a los fieles en las misas está demostrando, con estas acciones discriminadoras, que es la misma cosa que los del Opus). No creo que los católicos libreños se revelen en masa.

El libreño medio vota lo que le ordena su puntero y opina lo que le ordena su pastor, y lo hace porque eso es mucho más fácil que pensar por sí mismo, pero uno guarda la esperanza de que la gente pensante no adhiera a este acto de barbarie que organizó el cura de la San José.

Esta noche se va a desarrollar el acto más discriminatorio de las últimas décadas, y lo peor, se va a desarrollar “en el nombre de Dios”. No se discriminará a los malos, no se discriminará a los corruptos o a los pedófilos, tampoco se discriminará a los narcos ni a los asesinos de la dictadura, se va a discriminar a gente que “siente” la vida de otra manera a como la sentimos la mayoría, sin hacer daño a nadie, sin perjudicar a nadie y sin siquiera hacerlo de manera explícita. Simplemente serán discriminados, una vez más, por la mayoría de la sociedad, por tener preferencias distintas, como durante la dictadura, cuando el estado salió a matar a los que pensaban diferente, y, oh… casualidad, la iglesia está nuevamente ahí, en la organización de todo, del lado de los que discriminan, del lado de los malos.

Anoche escuché a una católica ferviente, Lilita Carrió, hablando con Joaquín Morales Solá sobre el tema en cuestión, pidiéndole a Bergóglio que desistiera de este acto discriminatorio, reclamando a los senadores que encuentren la manera de ponerse de acuerdo para que la ley de matrimonio igualitario se apruebe, ofreciendo alternativas, que son más semánticas que lógicas, pero alternativas al fin y me dije, “bueno, no todo está perdido, no todos los católicos están de acuerdo con la discriminación y la homofobia, evidentemente quedan muchos que no aceptan que los curas les metan ideas diabólicas en sus cabezas invocando el nombre de Dios.

Evidentemente hay gente que acepta esta ley y gente que está en contra, de eso se trata la democracia, hay gente que no está de acuerdo con todo pero sí con algunos puntos de lo aprobado por los diputados. Ahora, no estar de acuerdo no significa que se deba agredir a alguien que no hizo nada malo y espero que los católicos entiendan eso. Porque lo que hizo el cura Espíndola, colgando esos carteles mentirosos fue agredir a gente que no hizo nada, ni contra la iglesia ni contra nadie. Por una ley que es absolutamente inocua, para la iglesia y para la familia.

A pesar de lo que se le ocurra al cura.

No importa si uno está de acuerdo en parte y en parte no, no importa siquiera si uno no está de acuerdo en nada con la ley, lo único que tiene que quedar en claro es que se está hablando de derechos civiles de ciudadanos comunes, no se está hablando ni de la ley de culto ni de derechos divinos.

Dios, en todo esto no tiene nada que ver.

En lo que sí tiene que ver Dios es en los abusos sexuales a niños por parte de curas y laicos católicos, pero de eso no se habla en las iglesias, para eso los curas no organizan marchas de protesta ni cuelgan carteles condenatorios.

Evidentemente algo anda mal, está claro que hay una gran desconexión entre la jerarquía eclesiástica y Dios, y es la mismísima grey católica la que debería encargarse de hacerles saber a sus sacerdotes que están meando fuera del tarro. Lilita Carrió, anoche tiró la primera piedra, ¿se animarán, los católicos bien paridos, a seguirla?

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