* Las iglesias siguen todas de pié.
* Hoy hay tantos católicos como ayer.
* Hay tantos curas como ayer.
* Jesús sigue en la cruz, la virgen sigue velando por él y Dios sigue en el cielo.
* El diablo sigue en el infierno
* Los putos siguen siendo putos, tan putos como ayer, no se despertaron más putos esta mañana y, lo principal, hoy no hay más cantidad de putos que ayer en Argentina.
A partir de estos tópicos uno se hace preguntas, ¿Qué cambió?; ¿Por qué la Iglesia jugó tan fuerte a perdedor?
Hace pocos días Victor Hugo Morales se preguntaba en una nota editorial, “¿Por qué la Iglesia se sigue metiendo en estas peleas tan virulentas sabiendo que va a perder, la ley de divorcio, el aborto, la educación sexual, ahora el matrimonio igualitario… son todas cosas que se van a dar, es inexorable que esos logros lleguen a todas las sociedades libres… ¿Por qué lo hace?; ¿no se dan cuenta los curas que estas derrotas les hacen perder prestigio?”.
Anoche hubo un logro impresionante para el país, la sociedad argentina rompió con las estructuras preconceptuosas y se instaló dentro de las diez únicas naciones del mundo que se animaron a igualar derechos en una de las pocas áreas en las que había desigualdad normativa, y se me dirá: Pero esta no era la única desigualdad de la sociedad argentina…”, y claro que hay más desigualdades, tan o más profundas que esta, pero están normadas, lo que falta es que esas normas se cumplan y la desigualdad desaparece, ej: la discriminación por raza, credo o clase está penada, se sigue discriminando y son pocos los casos que resultan en una condena, pero está normado, hay un parámetro legal que rige la cuestión, con lo cual el incumplimiento de la norma, si hay una denuncia, genera un castigo para el transgresor; y hay infinidad de casos similares.
Otro paso inmenso que dio ayer el país es el hecho de haber pensado, fue importantísimo el debate público, que, a su vez generó, por añadidura, una discusión privada y familiar importante. Creo que muy pocos argentinos se habrán excluido del debate, es decir, la gente pensó, y cuando la sociedad piensa en conjunto los resultados no solo pueden observarse en el punto específico, yo, como parte de la sociedad me quedé pipón y ahora quiero más, quiero que esos hombres y mujeres, que ayer debatieron durante 15 horas, en la mayoría de los casos de manera seria y madura, sigan en la misma línea, quiero que sigan trabajando en temas importantes y haciéndonos pensar. Una sociedad pensando y discutiendo es una sociedad que muestra rasgos de madurez y le genera a sus representantes la obligación de ser más serios. Quien anoche se quedó a ver el último tramo del debate habrá notado que Rodríguez Saa se quejó de las presiones que había recibido y Ernesto Sanz hizo lo propio, claro, uno las recibía desde los sectores laicos progresistas y el otro desde los sectores eclesiásticos más conservadores, pero eso no es todo, las presiones las deben haber sentido en cada estamento de la sociedad, en cada bar, en cada restaurante, en sus propias familias y grupos de amigos, para un lado y para el otro; y esas presiones, invariablemente los empujan a trabajar mejor. Un legislador que se siente controlado se dedicará a estudiar los temas antes de debatirlos, y se sentirá en la obligación de salirse de la boludez y abordar las cuestiones importantes.
A eso me refiero cuando, desde esta columna, reclamo desde hace años más debate público en Paso de los Libres, la falta de debate les da a nuestros políticos la cobertura que ellos necesitan para hacer lo que mejor saben, sacar el cuerpo de los temas importantes.
Desde ayer todos los que asistimos y/o participamos del debate sabemos mucho más que antes sobre dos temas, homosexualidad y matrimonio, en el primer caso hay mucha, pero mucha gente que no piensa hoy lo mismo que pensaba hace 15 días sobre la homosexualidad, los que se quedaron en la superficie, negándose a debatir, por tercos o por homofóbicos, seguirán destilando odio en soledad o en familiares orgías de negación; el resto pudimos dar un pasito adelante (me incluyo) y esto, naturalmente, obrará como condimento en la lucha contra la discriminación. Cuando el pueblo sabe más, invariablemente discrimina menos, la discriminación es producto del temor y la ignorancia acerca de un tema. Sin dudas que, a partir del debate que se dio, la sociedad en su conjunto estará más abierta que hasta ahora. Respecto del segundo punto, el matrimonio, creo que a partir de esta ley se comenzará a trabajar en pos de una modernización del instituto, se me ocurre que la idea que primará será la que promueve la Coalición Cívica, avanzar hacia una sociedad civil y un matrimonio religioso. Está claro que eso sería lo más atinado y creo que, a la luz de los acontecimientos, será muy fácil que todos los sectores se pongan de acuerdo.
Otro punto saliente que vendrá de la mano de esta ley, casi con seguridad, es una legislación moderna respecto de la adopción… paradójicamente, los matrimonios homosexuales quedan un pasito delante de los heterosexuales para adoptar un chico y esto va a operar como motor para que los “conserva” apuren una ley que equipare las reglas, con lo cual se verán obligados a modificar toda la legislación que venga a sacar a los chicos de las instituciones y ponerlos en donde deben estar, familias que los contengan y les den cariño.
Pero lo más importante de todo es que la aprobación de la ley no implicó cambio alguno para los heterosexuales, todo sigue donde estaba, todo sigue igual para nosotros, nos seguiremos casando con mujeres los hombres y con hombres las mujeres, seguiremos construyendo familias con hijos, mamá y papá, los curas podrán seguir cobrando por cada matrimonio y por cada bautismo como siempre, la única diferencia es que la gente que hasta ayer era discriminada hoy ya no lo será más.
Creo que si la Iglesia el martes se hubiera quedado en el molde y no hubiera salido a la calle a provocar, como lo hizo, la ley no se habría aprobado anoche, probablemente, quienes apoyamos la ley, estaríamos celebrando el regreso del proyecto a diputados como si fuera “la gran cosa”, de hecho, hasta último momento el radicalismo manejó la posibilidad de proponer modificaciones a la ley y sin esos cinco votos la aprobación era imposible, pero, finalmente las inmensas presiones ejercidas por los curas tuvieron un efecto contrario y terminaron con los senadores votando a favor de la ley y denunciando públicamente, en el recinto del senado, la extorsión ejercida por los curas. De lo que no hay dudas, es de que hoy, mañana, la semana que viene o cuando fuera, la ley se iba a aprobar, a las pruebas me remito y es a partir de ahí que no se entiende el comportamiento de los purpurados, que pretenden sumirnos a todos en su mundo de frustraciones y su estrechez de corazón y razonamiento, y me enorgullece que la política argentina les haya vuelto a poner el coto que corresponde, cuando ni siquiera los países más desarrollados se animan a hacerlo, después de todo… no es tan malo vivir en Argentina.
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